Un día en una reunión familiar, una de las tías de Jessica le agarra una de las mejillas y dice algo acerca de «gordura de bebé». Jessica sabe que su tía está bromeando pero el comentario le queda sonando. Decide ponerse a dieta. Al principio disminuye los dulces y empieza a usar después de la escuela el aparato de andar de su papá. Comienza a perder peso y la gente lo nota. Le preguntan si está a dieta y a veces le dicen que ¡se ve muy bien! Muy pronto, Jessica se pesa todas las mañanas y todas las noches. Come menos y menos, apunta cada caloría y gramo de grasa en su diario de dieta y hasta cuelga fotos de modelos en la pared como inspiración.
Pero Jessica empieza a sentirse molesta y gruñona todo el tiempo. No acepta invitaciones a fiestas porque no quiere tener la tentación de pasabocas grasosos. Les contesta bruscamente a sus compañeros cuando le preguntan qué está mal. Se siente mareada y fría y no puede concentrarse en nada que no sea su dieta y ejercicio. A pesar de que los números le dicen que ha perdido peso, Jessica no lo ve cuando se mira en el espejo. Lo único que puede ver es la gordura de bebé.
Jessica tiene anorexia nerviosa, llamada comúnmente «anorexia». Las personas con anorexia se mueren de hambre. Al igual que en el caso de Magali, el desorden alimentario de Jessica no es en realidad acerca del alimento. En el centro de estas enfermedades hay muchos otros sentimientos y comportamientos. Jessica se esfuerza en ser la primera en todo. No sabe cómo manejar las críticas o las bromas. Su tía probablemente no tuvo ni idea que su comentario hizo sentir a Jessica como un enorme fracaso. En cambio de afrontar a su tía o de hablar con sus padres acerca de la situación, Jessica lo enfrenta todo sola. Piensa que una dieta es la manera de tomar el control de la situación, pero en poco tiempo la situación a tomado el control de Jessica.